Socialismo: El fracaso que triunfa
Socialismo: El fracaso que triunfa
Por Ricardo E. Calvo MD PhD
Mucho se ha escrito acerca del socialismo. El socialismo es una de las ideas más populares que se hayan propuesto.
Como
socialismo se ha considerado el control centralizado de poseer o
disponer de los medios de producción por organismos estatales. En el
Siglo XXI algunos autores han extendido la idea del socialismo a
comprender todo sistema de agresión institucional al libre ejercicio de
la función empresarial.
Es
difícil dar con una creencia que haya moldeado tan profundamente el
pensamiento político y económico mundial en el siglo XX. Basta
considerar que la religión musulmana contó en un momento con un 20% de
la humanidad y al cristianismo le llevó unos 300 años evangelizar al 10%
del mundo mientras que en solo 150 años el socialismo (y sus variantes)
era parte de la vida de un 60% de los habitantes del globo.
Para
muchos que lidian con ideas y pensamientos políticos el socialismo
sigue constituyendo una idea atractiva, romántica y hasta cierto punto
seductora.
El
socialismo promete a las masas el cielo en la tierra, poder navegar por
el mar de la felicidad sin dejar de humillar a aquellos que han
sobresalido por sus cualidades, inteligencia y trabajo fructífero.
A
pesar de los repetidos fracasos históricos logrados por la doctrina
socialista estos no dejan de ser un incentivo convincente para su
rechazo total por parte de los pueblos sobre todo en América Latina,
Africa y Asia aun después del ejemplo sufrido por Europa Oriental
durante varias décadas y visto claramente hace ya unos 19 años.
Debemos
indagar si el fracaso económico, político y social del socialismo se ha
manifestado solamente en las regiones, sociedades y/o países donde se
ha impuesto por la fuerza y bajo la hegemonía del Estado generalmente
dirigida por partidos políticos únicos.
Por
lo tanto, nos planteamos el siguiente interrogante: ¿Han existido
ocasiones cuando y donde el socialismo se convirtió en el sistema por el
que se gobernaron VOLUNTARIAMENTE cierto número de personas o comunidades?
Al
ser positiva la respuesta, abordaremos ciertos aspectos de estas
experiencias históricas e indagaremos cuáles fueron las raíces de tales
experimentos sociales, sus desenvolvimientos y sus recuentos con el fin
de observar en el “laboratorio humano espontaneo” la prognosis que
conlleva todo sistema socialista.
Desde
finales del siglo XVII hasta casi nuestros días podemos enumerar cuatro
ocasiones en que el socialismo voluntario surge, se desarrolla y se
auto desploma por la libre decisión de los participes sin ninguna
intervención directa o forzosa por parte del Estado.
Colonizadores americanos del “Mayflower”
Comencemos
nuestro recuento con el viaje de los colonizadores de Nueva Inglaterra
(Plymouth) llegados procedentes de los Países Bajos en 1620. Estos
habían logrado obtener el apoyo y prestamos de inversionistas ingleses
para financiar el inicio de una colonia en el nuevo continente.
Los
acreedores del financiamiento insistieron que al establecerse en el
Nuevo Mundo todas las riquezas que lograran fuesen producidas y
disfrutadas como comunidad para el beneficio de ellos y de los
colonizadores.
Esta
conformidad fue expresada en el pacto firmado todavía abordo de la nave
“Mayflower” que los había traído a las costas de la futura Nueva
Inglaterra el 21 de diciembre de 1620, antes de echar pie en tierra.
Gran
parte de la epopeya de los primeros tiempos de estos colonizadores ha
quedado plasmada en el libro “En la Plantación Plymouth” escrito por el
segundo gobernador de la colonia William Bradford.
Los
primeros inviernos fueron inclementes y las cosechas de 1621 y 1622
fueron pobres y solo sirvieron para satisfacer las necesidades
alimenticias más básicas por pocos periodos de tiempo.
Durante
estos dos primeros años los colonizadores habían estado organizados
bajo el sistema comunitario en el cual “todos los beneficios obtenidos
por trueque, pesca, agricultura, etc., debían ser considerados como
bienes comunes y cada miembro podía disponer de ese fondo común para
satisfacer sus necesidades material” de acuerdo a los relatos de W.
Bradford.
Bradford
también nos describe en su libro que durante los años 1621 y 1622 “los
hombres jóvenes que podían hacer frente a las tareas más arduas se
quejaban que el fruto de sus labores eran concedidos y distribuidos
entre las esposas y e hijos de otros de más edad y de menor capacidad
laborar”.
Y
continua: “los individuos reciben las mismas raciones de comida sin
relación a su nivel de producción y a ningún residente se le permite que
cultive sus propios alimentos” añadiendo que el “sistema imperante
durante 1621 y 1622 daba origen a confusión y malestar retardando las
posibilidades de emplear debidamente los recursos que hubieran
beneficiado a cada uno de los miembros”.
En
su libro el gobernador llega a comentar que: “el sistema económico
imperante era una maldición” dentro del cual “hasta los miembros más
comedidos de la colonia llegaron a sentir falta de respeto por los demás
y en general permeaba una atmosfera de injusticia y de esclavitud”.
En
más detalle Bradford reporta que “los colonizadores dedicaban más
tiempo a robar comida…” (“resolver” en el argot popular dentro de la
Cuba actual) “…que a cultivar la tierra”, lo que provocó que los
colonizadores se sintieran descontentos y con animosidad entre ellos
mismos.
Hay
que puntualizar que el malestar descrito por Bradford se debía a los
pagos que había que enviar a los inversionistas ingleses en Londres,
sino a las desigualdades en los beneficios con que eran retribuidos por
sus esfuerzos los miembros de la colonia incipiente.
Pero
algo sorprendente sucedió en 1623. A partir de ese año las cosechas
fueron esplendidas y es la razón por lo que los colonizadores celebraron
la nueva buena y dieron gracias por sus logros el 9 de Agosto de ese
año instituyendo informalmente el Día de Dar Gracias que todavía se
conmemora en los Estados Unidos a finales de noviembre.
¿Qué
medida fue adoptada por la comunidad que logró transformar radicalmente
la situación material de la colonia de una año para otro?
Permitamos que Bradford nos conteste estas indagaciones con las siguientes palabras:
“Empezamos
a pensar y considerar cómo podríamos obtener una cosecha mayor y no
tener que languidecer en la miseria…después de un debate largo y extenso
los miembros de la comunidad decidieron que cada familia y/o persona
acordaría cuánto cosechar de una manera independiente y a cada familia
se le adjudicó una parcela de tierra proporcional al número que la
constituía”.
Bradford
continua su explicación: “esta medida tuvo un éxito magnifico y
convirtió a cada miembro de la colonia en una fuerza productora y en
1623 se obtuvo mucho más grano que el que se había obtenido
anteriormente librándose el gobernador de grandes problemas”.
Y
añade: “las mujeres acudieron voluntariamente a ocuparse de sus tierras
y llevaban con ellas a sus pequeños quienes antes, bajo el sistema
comunitario, alegaban que no poseían las fuerzas o destrezas para tales
tareas y el obligarlas entonces hubiera sido interpretado como tiránico y
opresivo”.
“Ahora
la cosecha ha terminado (1623) y en vez de hambre Dios nos ha otorgado
abundancia…y en lo que se refiere a grandes necesidades o hambre no ha
existido desde ese día”.
El
milagro que había transformado a esta colonia totalmente aislada en las
costas que hoy son parte del estado de Massachusetts sin participación
alguna en un comercio globalizante no es otro que la institución de la
propiedad privada y demuestra que la estructura socialista sin la
intervención y la hegemonía opresiva del Estado es rechazada
voluntariamente y remplazada por aquella donde cada ser humano es libre
de buscar y encontrar la realización de sus sueños y ambiciones.
Pasemos
en la historia al año 1800 y hagamos un pequeño recuento de la empresa
acometida por el Sr. Robert Owen en el estado de Indiana de los Estados
Unidos.
Después
de la Revolución Francesa hubo un periodo de recogimiento por parte de
las fuerzas socialistas durante la hegemonía del Imperio Napoleónico en
Europa y surge de nuevo el esfuerzo que esta vez lo lleva a cabo un
industrial escocés de nombre Robert Owen.
Robert Owen
Owen
nació en Gales (Gran Bretaña) en el año 1771 y comenzó a trabajar desde
temprana edad en los hilares ingleses y más tarde se convirtió en
gerente de uno de los más importantes de su época en Manchester (1794).
En 1800 se traslado a New Lanark (Escocia) donde adquirió e impulso el
desarrollo de sus propias fabricas de tejidos.
Con
el fin de dar a conocer sus ideales Robert Owen se aventuró en 1816 a
pedirle personalmente al Parlamento Inglés que las condiciones
existentes en las fabricas fuesen modificadas y propuso la fundación de
“Villas de Cooperación” que consistirían en comunidades donde los
ciudadanos estarían libres de la competencia, obtendrían auto
abastecimiento y sobrepasarían otros males como la ignorancia y la
desigualdad económica que siempre habían abatido a los seres humanos. En
1819 el cuerpo legislativo ingles aprobó leyes que contenían algunas de
sus ideas laborales.
En
1825 decidió emigrar a los EE.UU. para dedicar todos sus esfuerzos y
bienes a fundar una comunidad constituida por miembros totalmente
voluntarios en la que se forjaría un “nuevo hombre”.
En
la primavera de ese año (1825) Owen ya en los EE.UU. pronunció un
discurso en Washington D.C. donde anunció sus planes para “redimir al
mundo”. Su audiencia estaba constituía por los miembros del Congreso
norteamericano en reunión conjunta, el entonces recién elegido
Presidente John Q. Adams, los miembros de la Corte Suprema de los EE.UU.
y todos los miembros del gabinete de la nueva administración que
comenzaba su mandato.
En
este pronunciamiento Owen invitó a todos los que así lo desearan a
incorporarse voluntariamente a su acometida de iniciar una nueva
comunidad que funcionaria bajo principios “socialistas” en los terrenos
que había comprado con sus propios bienes recientemente a una secta
comunitaria luterana conocida como los “Rappites” en Indiana y que se
llamaría “Nueva Armonía” ubicada en el estado de Indiana, EE.UU.. Owen
pudo reunir un grupo de alrededor de 800 miembros que incluía a
individuos de gran prestigio en sus profesiones.
Al
llegar a Indiana y ya establecido en la nueva comunidad Owen declaró:
“He venido a iniciar un nuevo sistema social, a cambiar al existente
plagado de ignorancia y avaricia por uno que unirá a sus miembros y
reemplazara toda competencia entre ellos. Este nuevo sistema nos llevara
a un estado de virtud y felicidad que aunque intentado en el pasado
llegara a ser una realidad y será imitado por todas las sociedades y
países”.
Anunció
de inmediato la Constitución que regiría en “Nueva Armonía”, nombro a
un Comité Gobernante Interino y decidió regresar a Inglaterra a ocuparse
personalmente de ciertos negocios dejando a su hijo mayor como su
representante.
Muchos
de los integrantes de la comunidad que habían respondido a su llamado
no evidenciaron desde un principio que estarían tan dedicados como Owen a
sus ideas sino más bien que habían sido atraídos por la promesa de
obtener alimentos y habitaciones gratis. En los pasos iniciales Owen
obtuvo la ayuda de W. MacClure, escocés acaudalado residente de
Filadelfia, quien contribuyó con sus bienes a financiar el aspecto
educacional de la nueva iniciativa social.
Poco
después en el periódico de la comunidad llamado “La Gazzete” apareció
un reportaje en el que se menciona que las actividades destinadas a la
fabricación de productos para consumo interno estaban funcionando muy
bien pero solamente “jabón y goma de empaste” se producían en cantidades
que sobrepasaban la demanda.
Durante
su existencia la nueva comunidad obtenía gratis las medicinas, los
alimentos básicos, la educación de 130 niños y entretenimiento que
consistía de conciertos ofrecidos sin costo 2 veces por semana.
En
mayo de ese año se produjo un cisma dentro de la comunidad y dos nuevos
grupos se establecieron fuera del perímetro de la misma con la ayuda de
su antiguo socio MacClure, quien se había desviado de los objetivos
iniciales asignados al mismo como encargado de la administración
educativa de la comunidad hasta entonces.
Estos
grupos abandonaron a Owen debido a varias razones, entre ellas las
restricciones en cuanto procurar e ingerir bebidas alcohólicas, la
intransigencia de Owen de permitirles decidir la forma de las
construcciones donde se albergaban y al aislamiento de los niños de la
vida familiar dentro del régimen imperante de guarderías.
A
pesar de estos acontecimientos y coincidiendo con la fecha del 4 de
julio de 1826, Owen dio a conocer su “Declaración de Independencia
Mental” expresando: “Les digo que el hombre hasta este momento ha sido
un esclavo de una trinidad malvada que ha infligido grandes daños
mentales y físicos a toda la raza humana. Me refiero en concreto a la
propiedad privada, a la existencia de la religión y la institución del
matrimonio”.
Estas
palabras no fueron bien acogidas por los comunitarios y ya para esa
fecha los campos estaban abandonados, la producción agrícola se
encontraba en ruinas, las cercas se habían deteriorado considerablemente
y la realidad del fracaso se había hecho evidente.
En
Agosto de 1826 los miembros que todavía permanecían en la comunidad
acordaron despedir a los administradores, reemplazándolos con un
triunvirato y en enero de 1827 Owen no tuvo otra alternativa que
parcelar las tierras y venderlas.
De
inmediato, pequeñas tiendas privadas abrieron sus puertas y el sistema
comunitario desapareció. Ese verano Owen regresó a Inglaterra para no
retornar jamás a los EE.UU., no sin antes haber declarado que su empresa
había sido un éxito.
Para
entonces todos sus hijos habían emigrado a los EE.UU. y permanecieron
en Indiana llegando a ser figuras de relieve en dicho estado dentro del
sistema económico y social de la libre empresa.
Robert
Owen había probado que las condiciones sociales benevolentes dentro de
las cuales había intentado formar al “nuevo hombre” en la “Nueva
Armonía” no producen “buenas personas” aun cuando estas participen
voluntariamente sin la presencia de la fuerza estatal y demostró el
error de intentar cambiar la verdadera naturaleza del ser humano.
Se
le adjudica a Owen el uso formal de la palabra “socialismo” para
designar a esa doctrina, que tapizada por una gama variada de adjetivos,
todavía conquista la mente de los pueblos al prometerles que bajo su
hegemonía obtendrán la segunda realización del paraíso terrenal.
La sociedad comunitaria del kibutz israelita
Un
kibutz es una comunidad colectiva en Israel tradicionalmente basada en
la agricultura, aunque estas han sido reemplazadas por plantas
industriales y empresas técnicas en los últimos años.
El
kibutz es una forma de vida comunal que combina el socialismo y el
sionismo: el deseo de crear el Estado judío en la Palestina y regresar a
la tierra y su cultivo.
Los
kibbutzim no representan un escape de la sociedad, sino que fueron
pioneros en la “conquista” de la Palestina por los judíos. Los miembros
de los kibbutzim jugaron un papel de “colonizadores” del territorio
palestino al fundarse el Estado de Israel.
Ha
habido varias olas de inmigración judía desde 1880 que se constituyeron
como colonias agrícolas en Israel organizadas como cooperativas
socialistas.
En
1909, Yossef Baratz estableció con 9 hombres y 2 mujeres una comunidad
llamada Degania–la cual se convirtió en el primer kibutz–y en su libro “A Village by the Jordan” proclamo en 1956: “Creemos que no debe haber empleados ni patronales en lo absoluto...debe haber un camino mejor”.
Nuevas
olas de emigrantes judíos con más experiencia en la agricultura
llegaron a la Palestina en la década de 1920 para integrarse en la
fundación de nuevos y mayores kibbutzim (el plural de kibutz en hebreo
es kibbutzim) con una creencia más firme de que “el socialismo
voluntario serviría de modelo al resto del mundo”.
Los
kibbutzim experimentaron una mejoría en sus condiciones de vida en los
primeras décadas después de la independencia de Israel y en los años 60
habían llegado a tener un acelerado grado de desarrollo.
El
número de kibutz llegó a 270 y contaban con 130.000 personas en su
esplendor pero nunca constituyeron más allá del 3 al 5 % de la población
israelita. El prestigio político que los kibbutzim disfrutaron en los
60 quedó demostrado en el Parlamento Israelita cuando 15% de sus
miembros eran ex miembros de los kibbutzim.
Los
primeros kibbutzim tenían en mente algo más que ser simple granjeros en
la Palestina. Querían crear una nueva sociedad donde todos eran iguales
sin ser “explotados”. Deseaban ser independientes de las patronales y
empresarios poseyendo las propiedades en común y que cada miembro
produjera de acuerdo a sus habilidades y consumiera para satisfacer
justamente sus necesidades.
Sin
embargo, los kibbutzim no tenían por objeto imponer sus creencias y
practicas socialistas al resto de la población y funcionaron como
organizaciones comunitarias dentro de un medio ambiente de propiedad
privada en el resto de Israel.
En
el kibutz, el principio de la igualdad se seguía seriamente y el
socialismo se logró en su plenitud: nadie poseía sus propias
herramientas, los regalos recibidos de afuera eran entregados a la
administración. Se rotaban las obligaciones y trabajos, se compartían
las comidas en los comedores comunitarios, sus alberges eran idénticos y
los niños eran cuidados en los centros especiales educacionales con
poco contacto físico con los padres.
Para
inculcar el espíritu comunitario, las comidas se servían en mesas donde
los esposos no se sentaban juntos y algunos utensilios de cocina no se
permitían pues podía conducir a la reunión de los esposos.
Los
miembros de los kibbutzim no poseían cuentas de banco propias y
raramente tenían contacto con el dinero y los medios eran distribuidos
equitativamente. Las compras en las cantinas debían ser aprobadas por el
comité a cargo.
Los
miembros participaban en asambleas generales semanales en donde cada
uno podía intervenir. Las decisiones más primordiales de cada kibutz se
aprobaban por consenso o mediante el voto, a menudo con escasas
audiencias, mientras que las actividades de “a diario” eran señaladas
por los dirigentes y anunciadas en tablillas colocadas en los comedores
comunitarios.
Acompañaban
a estas asambleas extensos comentarios acerca de ciertos elementos
calificados como “parásitos” quienes abusaban de la propiedad
comunitaria y no se esforzaban en sus obligaciones laborales.
Uno
de los temores más debatidos en los kibbutzim era el nacimiento de un
niño(a) y el ineterrogante que surgía era el de ¿quién estaría a cargo
de este nuevo miembro a partir de su nacimiento?.
La respuesta en general fue que pertenecía a todos y algunas mujeres amamantaban a los neonatos sin ser sus propios hijos.
En
la década de 1920, los kibbutzim iniciaron un proyecto conocido como
“Las Sociedades de los Niños” donde enfermeros y maestros funcionarían
como mejores crianderos que los propios padres. Los padres no podían
acostar a sus hijos y por lo general no los veían por periodos extensos,
excepto de forma casual.
Creyeron
que de esta manera librarían a las madres de lo que se le llamó la
“tragedia biológica” de dedicar horas a educar a sus proles y así
podrían estar libres para cumplir con las obligaciones laborales o
disfrutar de periodos de esparcimiento.
Esto
era de gran prioridad, ya que el número de mujeres en los kibbutziim
era superior al de los hombres en la mayoría de los casos.
Platón
en su obra “La Republica” subraya que un factor contribuyente al
socialismo es mantener a los hijos separados de los padres ya que la
“familia” contribuye a querellas que surgen de ser propietarios y de
tener lazos familiares.
Sin
embargo, las mujeres ya nacidas y/o criadas en los kibbutzim eran
reacias a participar en las obligaciones impuestas por las “Sociedades
de los Niños” y pusieron fin a las mismas.
Algunos
de los jóvenes producto de este experimento expresaron más tarde:
“dándonos de mamar cada cuatro horas y pudiendo llorar para que se
desarrollaran nuestro pulmones, crecimos sin esa seguridad vital que se
necesita para la supervivencia....fuimos educados para que fuéramos
iguales...pero éramos realmente diferentes... Al llegar la noche los
adultos apagaban las luces y se marchaban. Y uno sabia que se orinaría
en la cama ya que teníamos miedo de ir solos al cuarto de aseo” (Gavron
Daniel “The Kibbutz: Awakening from Utopia”. Rowman & Littlefield,
Lanham 2000).
Uno
de los ejemplos más radicales para eliminar desde una edad temprana la
idea de la posesión de bienes propios fue la de los kibbutzim. En estas
comunas los niños no tenían nada de su propiedad incluida la ropa
interior.
Algunos
autores como Spin, Batleheim y Baizerran han investigado el impacto
psicológico de la vida comunitaria de los kibbutzim y han concluido que
los niños y jóvenes en estas comunidades tuvieron grandes dificultades
en establecer amistades, lograr madurez en las relaciones intimas y en
vínculos que conllevan al matrimonio y a la formación de familias.
Estas
capacidades se calificaban como “sentimientos egoístas”. No podían
enamorarse porque se les había enseñado que este sentimiento implica
“posesión”. No debían ser poetas porque la poesía era algo que solo
“unas personas” disfrutarían. No hay duda que fueron excelentes
militares ya que se sacrificaban por el “bien común”.
Para esta época, la tercera generación de los kibbutzim comenzó el éxodo de la vida comunitaria.
En
los kibbutzim las relaciones padres/hijos fueron mancilladas de
ex-profeso y la educación escolar se llevaba a cabo con el propósito de
inculcar desde bien joven los principios socialistas.
La
rebelión contra la educación comunitaria de los niños fue una de las
principales causas del fracaso de los kibbutzim como experimento
socialista.
Muchos
de los niños nacidos y criados en los kibbutzim no quisieron que sus
propios hijos siguieran la tradición educacional del pasado.
Este
cambio en la actividad y el pensamiento produjo modificaciones en la
construcción de viviendas y su distribución, la desaparición de
comedores populares y el surgimiento de pequeñas bodegas dentro de los
recintos de los kibbutzim.
Este
cambio trajo también un resurgimiento del individualismo contrario a
los más básicos principios socialistas de los kibbutzim.
A
medida que nuevas generaciones nacieron y crecieron, los kibbutzim
experimentaron cambios en la organización y cultura y la identificación
de sus nuevos miembros con sus propósitos y fines originales fueron a
menos.
La
época de gloria de los kibbutzim fueron los años 80, aunque en 1977
Menachem Begin fue elegido Primer Ministro de Israel y puso coto a la
política del Partido Laboral Israelita desde la fundación de este como
Estado judío de subvencionar a los kibbutzim. Begin suspendió la ayuda
económica estatal y los contratos gubernamentales con estas
instituciones colectivas.
En
el periodo de los 80 se vio un despunte de la inflación en Israel y los
kibbutzim se vieron en la necesidad de gestionar prestamos que más
tarde no podrían pagar como consecuencia de inversiones no rentables en
el mercado de valores, que naturalmente era un campo sobre el que
carecían de experiencia.
La
situación económica en Israel de los 80 contribuyó a la insolvencia de
los kibbutzim, pero para entonces el país ya no tenía que depender de
ellos para su desarrollo y seguridad como lo había hecho en décadas
anteriores.
En
la misma década se produce otro cambio en los kibuutzim: se instituye
el bono monetario individual que podía ser utilizado en la satisfacción
de los deseos individuales de sus miembros.
Había comenzado el cambio hacia la existencia de la propiedad privada.
Algunos
de sus miembros comenzaron a trabajar por su propia cuenta
(cuentapropistas) fuera de los kibbutzim, lo que los puso en contacto
con el mundo de la iniciativa privada.
Estas
actividades acentuaron las diferencias que existían entre la
individualidad y el colectivismo de los kibbutzim, afectando
directamente el incentivo al trabajo comunitario-.
Factores
económicos externos a los kibbutzim forzaron a que los dirigentes
tuvieran que remunerar a los miembros de los kibbutzim por horas
prolongadas de trabajo y más tarde muchos de los servicios y bienes
fueron paulatinamente privatizados llegando algunos a borrar de sus
rótulos la palabra “kibbutzim”.
Aquellos
que dejaban la vida comunal eran por lo general los miembros más
productivos y para conservar cierta fuerza laboral los dirigentes
tuvieron que contratar trabajadores sin vínculos a los kibbutzim y
establecer diferentes tarifas de salarios de acuerdo al nivel de
trabajo.
Los
miembros de los kibutzim también descubrieron con el tiempo que la
autosuficiencia económica era imposible en las actividades agrícolas y
en la inversión de capital, y en la actualidad se han visto en la
necesidad de asalariar a palestinos como fuerza laboral y los kibbutzim
están involucrados en actividades comerciales de índole turística y de
servicios.
Después
de varias décadas de socialismo voluntario, los kibbutzim están
abandonando los principios socialistas y han iniciado proyectos
capitalistas para lograr ciento éxito económico al fomentar más la
industria que la agricultura y permitir que los esfuerzos empresariales
privados fomenten la creación de factorías, hoteles, centros turísticos y
comerciales.
En
abril de 2001, el periódico Jerusalem Post reportó que uno de los
kibbutzim en el centro del país se desmantelaba para convertirse en una
comunidad donde cada miembro fuese dueño de su vivienda y poseyese
acciones de la factoría, mientras vendían sus tierras para pagar la
deuda comunitaria.
Hotel de un kibutz
Un
miembro ya anciano del kibbutz Kinneset expresó: “Tratamos de cambiar
la naturaleza humana y crear un nuevo ser humano. Para mi pesar, el
kibutz no tuvo ningún éxito en esa campaña”.
Arthurdale
La
cuarta y última instancia en establecer voluntariamente una sociedad
socialista, aunque bajo los auspicios del Estado, fue Arthurdale en el
condado de Preston en el Estado de la Virginia Occidental ( West
Virginia ) en los EE.UU..
La
situación económica en el noroeste del estado de West Virginia en los
Estados Unidos había sufrido un gran reverso en 1932. Esta zona de
Norteamérica había sido un gigantesco centro de la minería carbonífera
que en el año 1921 contaba con 37 minas en manos de 33 compañías en un
territorio de 5 millas conocido como Scotts Run.
En
1932 el precio del carbón en los mercados sufrió los efectos combinados
del fin de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión del 29,
produciéndose el cierre de estas minas y despidos laborales que
empobrecieron a los mineros y sus familias, lo que coincidió con el
hecho de que las agencias estatales y entidades religiosas no contaban
con los recursos necesarios para aliviar las nuevas condiciones
económicas prevalentes.
En
1933, a la Sra. Lorena Hickok, amiga intima de la Primera Dama Eleonor
Roosevelt, se le encomendó realizar una gira por Morgantown en el
noroeste de West Virginia y el resto de los Apalaches y observar de
cerca las condiciones de vida de los mineros afectados por los cambios
que había sufrido la industria del carbón.
Al
finalizar tal periplo, esta Sra. informó a la Primera Dama que las
condiciones de vida existentes “no hubieran sido recomendadas ni para
los cerdos” y que podrían acarrear graves consecuencias sociales más
adelante.
Como
resultado de esta impresión alarmante de la Sra. Hickok, la esposa del
presidente se trasladó a la región en agosto de 1933 para ver
personalmente la situación imperante.
Después
de dos semanas, la Sra. Roosevelt anuncio la creación de la primera
comunidad planificada por el Estado americano compuesta de mineros
desplazados del campo Scotts Run. Este proyecto gubernamental fue
asignado al Ministerio del Interior con el nombre de Arthurdale, siendo
el Sr. Harold Ickes quien ocupaba tal cartera estatal.
En
1934 Arthurdale fue la primera de muchas otras comunidades similares
previstas por la administración de Franklin D. Rooselvet. (FDR). Otras
fueron Pendelea Homestead en Carolina del Norte y Austin Homestead en
Minnesota.
El
objetivo teórico de tal comunidad era congregar trabajadores agrícolas y
mineros del carbón de escasos medios en un medio ambiente rural donde
pudieran permanecer empleados y auto abastecerse económicamente.
La
Sra. Rooselvet asumió la planificación e implementación de Arthurdale
como algo personal y actuando como “encargada” ordenó que las
construcciones de casas y edificios de la comunidad cumpliesen con las
últimas medidas en materia de construcción, se atrajeran industrias y se
vigilara que los gastos no excedieran el presupuesto asignado a tal
empresa por el Estado.
Ni
corta ni perezosa la Sra. Roosevelt envió una carta al senador
republicano George Norris en la que solicitaba la adquisición de 1.000
acres en el estado de West Virginia que pertenecían a un ciudadano cuyo
nombre era Richard Arthur, que no había podido pagar los impuestos sobre
su finca. La Primera Dama había asegurado que esta inversión no sería
sufragada por los contribuyentes, sino que se pagaría por sí misma en el
corto plazo.
Poco
más tarde era obvio que esta franja de tierra no satisfacía las
condiciones para ser habitada en la forma masiva como había sido
planeada por los burócratas gubernamentales, debido a las
características porosas del subsuelo y las dificultades de proveer el
suministro de agua potable a dicha zona.
Como
otros programas gubernamentales, este se inició precipitadamente con la
compra de 50 casas de verano prefabricadas, totalmente inadecuadas para
el clima de West Virginia y sin las dimensiones apropiadas para que
cupieran dentro de las zapatas que ya se habían construido. Por lo tanto
una serie de arquitectos fueron traídos desde New York para que
rehicieran las casas y las acomodaran al clima de la región y a las
dimensiones apropiadas, lo cual atrasó el proyecto unos 6 meses.
El
interior de la casas se amuebló de una manera lujosa, flores fueron
traídas para adornar los jardines y pozos de agua fueron fabricados a un
costo que malamente la nación americana podía solventar durante los
años que siguieron a la depresión del 29. El Ministro del Interior Ickes
hizo referencia a este gasto al comentar: “Hemos gastado dinero en
Arthurdale como marineros embriagados”.
A
mediados de 1934, los primeros “colonizadores” se habían establecido y
más tarde Arthurdale llegó a ser una comunidad de 165 casas. El costo
original calculado por la Primera Dama había sido de 2.000 dólares por
unidad, pero el costo final llegó a ser de 16.625 dólares cada una.
Indiscutiblemente, el presupuesto para instituir esta comunidad
planificada había sido sobrepasado de una manera extraordinaria pero
ningún funcionario que había participado en la evaluación inicial fue
despedido y el proyecto continúo a toda marcha.
A
pesar de todo la Sra. Rooselvet consideró a Arthurdale un experimento
social que marcaria los inicios de un nuevo tipo de vida donde se
forjaría el “nuevo hombre americano”.
Los
“colonizadores” de Arthurdale habían sido convertidos de una manera
imperceptible en miembros del sistema benefactor estatal, llegando al
punto de llevar al ómnibus escolar para que fuese reparado en el taller
de la Casa Blanca situado a 200 millas, antes que intentar su arreglo en
Arthurdale.
Otra vista de Arthurdale
Este
experimento social partía del concepto de integrar la familia, el
trabajo y la comunidad que había sido manifestado por M.L. Wilson, un
economista agrario que encabezó la “División de Colonias Subsidiadas”
creada por FDR en 1933.
El
propósito de estas “colonias” subsidiadas era combinar en un solo
programa la descentralización industrial, la relocalización de la fuerza
laboral y lograr la agricultura de sustento para balancear las vidas
rurales y urbanas, lo cual brindaría las ventajas de una nueva
estructura de civilización.
En
cada colonia cientos de familias dispondrían de financiamiento para
adquirir casas nuevas con suficiente tierra (5 acres) para actividades
agrícolas localizadas alrededor de plantas industriales donde sus
miembros podrían ser empleados. Una perfecta combinación de vida rural y
urbana que sería un ejemplo para su diversificación más tarde en todo
los Estados Unidos.
El
objeto central de las “colonias subsidiadas” es la cooperación– crear
cooperativas entre los “colonizadores” para lograr la formación de
unidades sociales y económicas que menoscabaran el individualismo-.
Estas
ideas dieron a los estadounidenses de la época la oportunidad de creer
en la iniciativa empresarial mientras eran reclutados en un sistema
benefactor estatal que regularía sus futuros.
En
junio de 1934 las primeras 50 familias se trasladaron a sus nuevas
residencias en Arthurdale. Sus actividades diarias fueron organizadas
por los dirigentes administrativos gubernamentales para unificar la
ideología comunitaria con la del pionero colonizador y lograr el
propósito anunciado por la Sra. Roosevelt: “Hay que ensenarles a los
colonizadores como vivir”.
Las
labores de los pioneros fueron asignadas de acuerdo al sexo donde los
hombres se dedicaron principalmente a las labores agrícolas, mientras
las mujeres se ocupaban de preparar las comidas de las escuelas, envasar
productos de conservas alimenticias y acudir a clases para aprender a
tejer.
Para
dirigir la educación de los niños, la Sra. Roosevelt eligió a la
pedagoga Elsie Ripley Clapp quien había sido discípula y asistente de
John Dewey en la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York.
En
Arthurdale la Sra. Clapp implementó un sistema de enseñanza que
“cumplía una función social” siguiendo las orientaciones de Dewey.
Este
sistema consistía de un plan de estudios que interpreta a las
actividades y necesidades comunitarias como el laboratorio donde los
alumnos adquieren sus experiencias y conocimientos educacionales. Los
problemas de la vida corriente son los que proveen la currícula, en
lugar de los tradicionales tópicos escolares.
La
Sra. Clapp intentó iniciar la enseñanza de niños a partir de la edad de
2 años, así como reeducar a los padres en todos los aspectos de la
crianza de éstos. Según ella Estas intenciones se lograrían: “al extraer
impedimentos físicos y mentales y remplazarlos con nuevas actitudes que
los ayudarían”.
Muchos
de los estudiantes en Arthurdale se convirtieron en profesionales,
aunque algunos tuvieron dificultades el lograr un nivel universitario
pues la enseñanza secundaria en Arthurdale no había sido reconocida y
acreditada legalmente por el estado de West Virginia.
La
organización de la enseñanza en Arthurdale era tal que los participes
carecían de una idea clara de su progreso y no podían saber con certeza
el nivel qué habían alcanzado en un momento dado. Esta incertidumbre
esta agudizada por la gran variedad de cursos disponibles sin una
currícula concordante con una enseñanza secundaria unificada.
Una
vez que el sistema educacional fue inaugurado y establecido algunas de
las familias de Arthurdale decidieron no enviar sus hijos a las escuelas
de Ms. Clapp y los matricularon en el sistema educativo de Masontown
(pueblo adyacente a Arthurdale ).
Sin
embargo, hoy en día muchos de los antiguos alumnos de Arthurdale opinan
que la currícula que habían utilizado les había sido beneficiosa.
Mas
tarde, poco a poco el plan de estudios fue transformándose y gravitó
hacia los de los distritos escolares adyacentes, satisfaciendo así los
requisitos necesarios para la acreditación estatal.
Esto
sucedió al cambiar los administradores originales y ante la falta de
recursos monetarios estatales procedentes de Washington D.C. y el deseo
de los padres de que sus hijos acudieran a escuelas que impartieran
enseñanzas “tradicionales”.
Aunque
la Sra. Roosevelt había logrado que algunas firmas industriales
localizaran plantas manufactureras en Arthurdale, tales como General
Electric, solo Sterling Faucet permaneció por largo tiempo lo cual
limito el número de plazas de trabajo fuera del campo agrícola.
Al
mismo tiempo, la mayor parte de las familias en Arthurdale se percató
de que no podía subsistir con lo que lograba en sus cultivos y se
convirtió en dependiente del sistema benefactor estatal.
A
finales de la década de 1930, Arthurdale había perdido el apoyo
financiero de Washington DC y la Sra. Roosevelt no había logrado el
sostén político para prolongar la existencia del proyecto que tanto
había anhelado. En 1941 Arthurdale fue privatizado totalmente y todas
las propiedades estatales fueron vendidas, con pérdida a los
“colonizadores”. El experimento de Arthurdale había llegado a su final.
En
1985 se fundó una organización que se ha dedicado a mantener muchas de
las construcciones originales de Arthurdale las cuales se pueden visitar
hoy día.
En 1961 la Sra. Roosevelt visitó Arthurdale por última vez con el objeto de inaugurar una iglesia presbiterana.
Visita de la Sra. E. Roosevelt a la Escuela Secundaria de Arthurdale
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En
los kibbutzim asi como en la Nueva Armonía de Owen y los emplazamientos
originales de los colonizadores del Mayflower y de Arthurdale, no
existió la coerción; sin embargo, una vez que la vida socialista fue
experimentada en su plenitud la mayor parte de sus miembros eligieron
“democráticamente” abandonarla o abolirla.
Al
considerar la reacción de los participes en la organización socialista
de vida que existió en las cuatros situaciones presentadas aquí, uno
debe indagar lo siguiente referente al socialismo: ¿Cómo una idea tan
incongruente con la naturaleza humana ha logrado captar la mente de las
masas de una manera tan rápida y efectiva?
¿Cómo
esta idea que invoca tantos sentimientos humanos “nobles” ha dado lugar
a los regímenes estatales más crueles en la historia de la humanidad?
La
gran diferencia entre el individualismo y el socialismo es que el
primero permite experimentar con el segundo mientras que el socialismo
no da cabida a aquellos que prefieren vivir dentro del marco de la libre
iniciativa personal.
“Si
el socialismo va en contra de la naturaleza humana, nosotros
cambiaremos la naturaleza humana” dice un slogan marxista. Muchos seres
humanos creen que es indigno robar, asesinar o torturar para su propio
beneficio pero es una virtud hacerlo en bien de los demás. Nos dicen los
socialistas: no puede recurrir a la brutalidad para su provecho, pero
siga adelante si es necesario para “ayudar” a los demás. Quizás la
opinión más repugnante que uno oye a veces en boca de intelectuales
socialistas sea: “Seguro, Stalin asesinó a millones pero es justificable
porque fue en beneficio de las masas”.
Jamás
consideré a los socialistas como “sinceros aunque equivocados
idealistas”. El propósito de esclavizar a algunos seres humanos para el
bien de otros no es un ideal. La brutalidad no es idealista y no importa
cuáles son sus propósitos. Nunca digamos que el anhelo de “hacer bien”
por la fuerza es un buen motivo. Ni el deseo del poder absoluto ni el
atropello contra los semejantes son buenos motivos.
Sospechemos
siempre de aquellos que a través del socialismo nos prometen el paraíso
en la tierra y nos quieren conducir hacia el “mar de la felicidad”.
Las
utopías imaginarias de Platón, Tomas Moore y demás socialistas tienen
que contar con la coerción para perpetuar sus fines pues aun por los
medios voluntarios y pacíficos el socialismo ha sido un fracaso ya que
de una u otra forma nos lleva de una manera inexorable a la miseria
total.
FIN
Bibliografía
• “Día de Dar Gracias: Oda a la Propiedad Privada” por Ricardo E. Calvo MD PhD, Revista Electrónica Guaracabuya, Noviembre 2007.
•
“Heaven on Earth: The Rise and Fall of Socialism” por Joshua
Muravchik., Encounter Books., 2002. • “Kibbutz” en enciclopedia
electrónica Wikipedia (ingles)
• “The Kibbutz: Awakening from Utopia” por Gavron, D., Rowman & Littlefield, Lanhan, 2000.
• “The Children of the Dream” por Bettelheim, B., Simon & Schuster., 2000.
• “Pay-as-you Go Kibbutzim” en el Wall Street Journal, Mayo 26 2005, pp B1-B2.
• “The Peculiar History of Arthurdale” por C.J. Maloney Agosto 2007., Mises Daily em www.mises.org.
“Back to the Land : Arthurdale, FDR’s New Deal and the Costs o Economic Planning” por C.J.Maloney, John Wiley & Sons 2011
•
“Constructing Ideal Families in Ideal Communities: The Case of
Arthurdale, West Virginia” por Stuart Patterson, Institute of Liberal
Arts, Emory University, Working Paper 12, April 2002.
•
“Participants in the Arthurdale Community School’s Experiment in
Progressive Education From the Years 1934 – 1938 Recount Their
Experiences” por Mary Wuenstel Ed. D., Duquesne University, Pittsburgh,
Pa 2002.