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Hong Kong, un éxito improbable
Gabriela Calderón de Burgos
señala cómo con escasos recursos naturales y en tan solo dos
generaciones, Hong Kong logró dar el salto de la pobreza a la riqueza.
Hace poco se publicó el libro de Neil Monnery acerca de Sir John Cowpethwaite (Architect of Prosperity: Sir John Cowperthwaite and The Making of Hong Kong, London Publishing Partnership: 2017), el hombre detrás del milagro económico de Hong Kong. Conocí del milagro de Hong Kong a través de Milton Friedman y del economista experto en desarrollo, Peter T. Bauer. Los dos resaltaban que el salto de la pobreza hacia la riqueza no era una historia de grandes líderes ni tampoco aquella de una abundancia de recursos naturales, sino más bien del éxito de sus ciudadanos, a quienes se les permitió un alto nivel de libertad económica. Que Hong Kong tuviese un sistema de libre mercado fue casi un accidente.
Monnery
señala que el ingreso per cápita de Hong Kong después de la Segunda
Guerra Mundial era alrededor de un tercio de aquel del Reino Unido, mientras que para 2016 había llegado a ser un tercio superior.
Muchos
pensaban a mediados del siglo pasado que esa infértil isla estaba
condenada a la pobreza por su escasez de recursos naturales. Bauer, en
cambio, vio en esa escasez la razón por la cual el gobierno colonial no
adoptó la política económica intervencionista, que estaba tan en boga
alrededor del mundo. Además, explica Bauer, esta escasez incentivó un
persistente conservadurismo fiscal.
Para
tener una idea del progreso de Hong Kong: en 1961 el ingreso per cápita
de ese país era de $3.380 ($ constantes de 2010), 52% más que los
ecuatorianos ($2.215), y 42% menos que los argentinos ($5.815).
· Para
2016, Hong Kong había logrado un PIB per cápita de $36.725, un ingreso
que es siete veces el ecuatoriano ($5.210) y 3,6 veces el argentino.
Cuando
un funcionario de la Oficina Colonial sugirió a Cowperthwaite elaborar
un plan de desarrollo, él respondió que “me temo que no está dentro de
nuestra filosofía”. El desarrollo de Hong Kong, consideraba Cowperthwaite, estaba mejor en manos de las decisiones de la gente.
Él veía una relación clara entre la tributación baja y la expansión económica.
Cowperthwaite decía que “Quizás soy demasiado consciente del hecho de
que cada dólar que el gobierno toma del contribuyente es un dólar que
este hubiera gastado para satisfacer una necesidad o disfrutar de un
placer o que quizás hubiese invertido logrando una ganancia”.
Respecto de los flujos de capitales,
Cowperthwaite consideraba que “Gozamos de un flujo neto entrante de
capitales y estoy seguro que una condición de que estos capitales vengan
y se queden, es que sean libres de volver a salir”.
Acerca de la balanza de pagos,
Cowperthwaite decía que esta se ajusta y debe ajustarse de manera
automática. Agregaba que si Hong Kong tuviese la mala fortuna de
experimentar una salida de capitales, “tratar de corregir esta salida
mediante restricciones o cualquier forma de discriminación solamente
empeoraría las cosas”.
Este año se cumplen 20 años de la entrega por parte del Reino Unido a China
de Hong Kong. Afortunadamente, la dictadura comunista casi no ha
intervenido en algo que ha funcionado notablemente bien. Hong Kong hoy
es no solo una potencia económica, sino también la economía más libre
del mundo y aquella donde sus ciudadanos gozan de uno de los niveles más
altos de libertad personal.1
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 3 de noviembre de 2017.
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